Es duro estar en una prisión toda la vida y no darse cuenta, peor es quedarse cruzados de brazos y no hacer nada.
Lo que la sangrienta dictadura implantada en 1976 nos dejó, además de familias destrozadas y 30.000 desaparecidos, fue el miedo, mucho miedo. El proceso dictatorial es repudiable de punta a punta. Fue una de las épocas más oscuras y tristes por la que pasó ésta región. Pero también es repudiable el miedo que se respira cuando se habla del tema. Debe haber sido muy difícil vivir esa época de botas largas, perder amigos, conocidos o familiares ¿Pero que culpa tenemos las generaciones posteriores? ¿Por qué cargar con su miedo? Nosotros no sabemos porque no lo vivimos. Aceptamos su dolor, pero… ¿que culpa tenemos?
Si bien se ha preferido no hablar de la dictadura por mucho tiempo, ahora, los derechos humanos gozan de mejor salud, pero todavía nos queda mucho terreno por ganar, y nos queda mucho miedo por perder. Tememos amar, tememos sentir, tememos morir, tememos vivir.
Madurar no significa recrear los errores del pasado, significa aprender de esos errores, y tratar de corregirlos. Cualquier tipo de cambio real llevará mucho tiempo y mucho trabajo, será mucho más difícil que cambiar canales en un televisor.
Madurar, significa dejar de lado la maldita tradición, dejar de cometer los mismos errores, una y otra vez. Al mundo no le queda mucho tiempo, ¿No da vergüenza ser un simple espectador?
Madurar significa dejar de lado ese terror al cambio. “La gente no debe temer a sus gobiernos; los gobiernos deben temerle a la gente” decía V, en V de Vendetta, y suena encantador.
Madurar significa abandonar el pesimismo de que si alguien fracasó antes, es muy probable que se vuelva a repetir. Las ideas, por más que quisieron callarlas una y otra vez, son a prueba de balas.
No somos nuestro trabajo, no somos nuestra cuenta corriente, no somos el coche que tenemos, no somos nuestra cartera, no somos nuestros pantalones. Somos l@s esclav@s de todo esto. Antes de ser pertenecientes a una sociedad, somos individuos, y no se puede soñar con una sociedad libre si sus integrantes son conformistas y dominad@s. Es duro estar en una prisión toda la vida y no darse cuenta, peor es quedarse cruzados de brazos y no hacer nada.
Dicen que el miedo sólo se pierde cuando se pierde todo, quizás tendremos que esperar a que se termine todo, a que no quede río por contaminar, árbol por talar ni cabeza por lavar. Quizás ahí nos demos cuenta de todo el tiempo que vivimos aterrados por la muerte, aterrados por la vida. La libertad no es un bien que poseamos. Es un bien que nos han impedido adquirir con la ayuda de las leyes, los reglamentos, los prejuicios, la ignorancia, etc.
Un hombre o una mujer no es estúpid@ o inteligente: es libre o no lo es. Lo importante es perder el miedo.
El mundo es nuestro, nunca lo olviden.
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